Comentario
Los sacerdocios, al igual que los magistrados, son órganos de la ciudad-estado, pero no son magistrados en sí mismos. La religión, no obstante, no se movía en una esfera propia y distinta de la vida política, sino que, por el contrario, estaba estrechamente vinculada a las instituciones tanto públicas como privadas.
El más importante colegio era el de los Pontífices, a cuyo frente estaba el Pontifex Maximus. Los Pontífices eran los depositarios de la jurisprudencia que administraban inspirados por la divinidad. Actuaban como árbitros indiscutibles en todo tipo de litigios y el Pontifex Maximus tenía un asiento en el Senado, exclusivamente entre patricios. Es significativo que la designación de un plebeyo como Pontifex Maximus fuera la última de las conquistas plebeyas en el acceso a los puestos de gobierno. La utilización de la religión en las vicisitudes y decisiones políticas explica en parte la resistencia a abrirlo a la plebe.
Dependientes de los Pontífices estaban las vestales, existentes ya durante la monarquía. Estas eran nombradas por el Pontifex Maximus y quedaban sujetas a rígidos deberes. Eran las vírgenes obligadas a mantener su castidad y su principal obligación era la custodia del fuego sagrado del altar de Vesta.
También subordinados a la autoridad del Pontifex Maximus estaban los flámines. Entre ellos, la primacía recaía en los tres flámines de Júpiter, Marte y Quirino y, entre estos, el flamen de Júpiter, Flamen Dialis, tenía un asiento en el Senado y un lictor. Su origen era antiquísimo y se evidencia tanto en
el complejo de normas rituales como en el nombre de otros flámines vinculados a divinidades protectoras de la agricultura y la ganadería, características de una sociedad arcaica. Los flámines feciales tenían unas competencias relacionadas con los rituales de declaración de guerra. Mediaban también en los tratados con otros pueblos, llamados foedera, que tenían carácter religioso además de jurídico y eran los encargados de concluir la paz o de iniciar la guerra a través de formularios religiosos muy precisos.
Otro colegio importante era el de los augures. Poseían éstos el poder de interpretar la voluntad de los dioses, que se manifestaba de formas diversas: a través del vuelo de las aves, del examen de las vísceras de los animales, etc. Su intervención en la vida política era constante; cualquier acto público requeriría conocer la voluntad de los dioses y ésta podía utilizarse, como de hecho sucedió, como un valioso instrumento político. Obviamente, también este colegio fue monopolizado por el patriciado.
Cada flamen era sacerdote oficiante de un solo dios. Pero también había colectivos sacerdotales vinculados a una sola divinidad, como los Fratres Arvales que atendían al culto de la diosa Dia, protectora de la agricultura.